Hígados
donados después de muerte cardíaca son seguros para pacientes con cáncer
hepático que constan en la lista de trasplantes, descubre estudio de Mayo
Clinic
El cáncer hepático puede
curarse con el trasplante de hígado,
pero debido a la falta de órganos donados, estos pacientes generalmente mueren
durante la espera por el órgano. La razón es que la mayoría de centros de
trasplante predominantemente emplea hígados de donantes fallecidos por muerte
cerebral.
No obstante, en el estudio más
grande realizado en su tipo, los médicos de trasplante de Mayo Clinic en Florida
descubrieron que los pacientes con cáncer hepático obtienen los mismos
resultados provechosos con órganos donados por pacientes fallecidos por muerte
cardíaca. El estudio fue publicado en internet en la Revista Americana de
Trasplantes.
AVISO A LA
COMUNICACIÓN MULTIMEDIA: Se puede descargar video y audio del Dr. Croome en la Red Informativa de Mayo Clinic.
“Nuestro programa es uno de los que
más experiencia mundial tiene en el trasplante de hígado con órganos donados
después de muerte cardíaca”, comenta el investigador principal del estudio y
cirujano de trasplantes, Dr. Kristopher Croome.
“Sabemos que estos órganos efectivamente ofrecen nueva vida a los pacientes con
cáncer hepático”.
“Creo que este estudio responde de
manera firme y terminal la pregunta de si los hígados donados después de muerte
cardíaca son igual de viables para los pacientes con cáncer hepático que los
hígados de donantes fallecidos por muerte cerebral… y la respuesta es que
efectivamente lo son”, dice el médico.
Emplear los órganos de quienes
fallecen por muerte cardíaca para trasplantes de hígado puede aumentar la
cantidad de trasplantes realizados a nivel nacional en 10 a 15 por ciento,
apostilla el Dr. Croome. “Una razón por la que el tiempo de espera para el
trasplante de hígado es corto en Mayo Clinic de Florida es porque utilizamos
con eficacia y éxito ambos tipos de donaciones de hígados, mientras que en el
resto del país, crece la lista de trasplantes y aumenta la cantidad de
pacientes con cáncer hepático”.
Algunos estudios realizados tanto
en humanos como en animales plantean que los resultados de las donaciones
después de la muerte cardíaca son inferiores en los pacientes con cáncer
hepático, porque el hígado sufrió algún daño debido a la pérdida de oxígeno
ocurrida durante la recuperación del órgano.
Para fines de los trasplantes, no
se considera para donación a quien muere por un ataque cardíaco, sino que más
bien se controla la muerte cardíaca en la persona que donará sus órganos. “Eso
ocurre, por ejemplo, en un paciente con lesión cerebral irrecuperable. En un
entorno controlado y a fin de que el paciente done sus órganos, se suspende el
apoyo vital y la persona fallece. Después de transcurrido un período corto, se
recuperan los órganos y luego se donan”, explica el Dr. Croome.
“Durante el procedimiento de
recuperación, se suscita un poco de isquemia, o falta de oxígeno; por ello,
existe la duda de si estos órganos son suficientemente sanos para combatir el
desarrollo de un nuevo cáncer”, añade. “En el momento de realizar el
trasplante, podrían circular células tumorales en el paciente cuyo hígado
canceroso se extirpa; por ello, la duda es si los hígados donados después de la
muerte cardíaca son igual de sanos y resistentes que los obtenidos después de
la muerte cerebral”.
Las donaciones posteriores a la
muerte cerebral ocurren en quienes ya no muestran actividad cerebral, pero
cuyos corazones y demás órganos todavía permanecen activos. Debido a la falta
de actividad cerebral, que es un estado irreversible, se considera legalmente
muertos a esos pacientes.
Entre los años de 2003 y 2012, el
equipo del Departamento de Trasplantes
de Mayo Clinic en Florida realizó 1633 trasplantes de hígado de donantes con
muerte cerebral y 241 trasplantes con hígados procedentes de donantes con
muerte cardíaca.
En este estudio, los investigadores
identificaron 397 pacientes con cáncer hepático a quienes se trasplantó un
nuevo hígado: 340 de ellos recibieron el hígado de una persona con muerte
cerebral y 57 pacientes recibieron el órgano de alguien con muerte cardíaca.
Los científicos no encontraron ninguna diferencia en la recurrencia del cáncer
hepático entre los dos grupos: el cáncer del hígado volvió a presentarse en
alrededor de 12 por ciento de los pacientes en ambos grupos.
“La discrepancia entre el número de
pacientes que requiere un nuevo hígado y la cantidad de órganos disponibles
continúa en aumento, por lo que recurrir a la donación después de la muerte
cardíaca conlleva el potencial de aliviar en algo la escasez de órganos”, acota
el Dr. Croome.
Otros coautores del trabajo que
también pertenecen al Departamento de Trasplantes de Mayo Clinic en Florida son
el Dr. David Lee, el Dr. Justin Burns, Kaitlyn
Musto, Diego Paz, el Dr. Justin Nguyen, la Dra. Dana Perry, la Dra. Denise Harnois, y el
autor experto Dr. C. Burcin Taner.
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