ESCUCHAR SIN JUZGAR
Por Baudilio Brcamontes
Psicólogo Clínico
Todos sabemos de primera mano el torrente
de emociones y cambios que pasamos en la adolescencia, de hecho la palabra adolescente proviene del Latín adolescens o adulescens que traducimos de
manera casi literal como crecimiento o juventud
y que nos designa un momento crucial en nuestro desarrollo, pasamos de niños a adultos, de tener pocas responsabilidades a una agenda apretada de compromisos y
actividades importantes en nuestra vida; y como guinda en el helado, nuestro
cuerpo que nos pide y exige cambios trascendentales.
Erróneamente pensamos que
Adolescente es sinónimo de Adolecer o padecer, y que esto explica el por que
esta etapa es tan difícil de trascurrir, pero no es así la traducción literal
habla de un proceso de crecimiento y si bien habla de cambios, no los etiqueta
o clasifica, simplemente habla de una etapa de crecimiento.
Pero esto no nos dice nada, definir la
palabra no nos prepara para esta etapa que sufrimos nosotros y nuestros padres
también, o nuestros hijos y nosotros. Esta etapa esta marcada por muchas
emociones fuertes, intensas, soberbias, humildes, delicadas y frágiles, pero
también un momento de mucho aprendizaje tanto para padres como para hijos. Es
en esta etapa donde reconocemos o descubrimos nuestro temperamento y nuestro
carácter, cómo enfrentamos nuestros problemas dice mucho de nosotros, pero en
tiempos de la adolescencia es necesario tener de cerca un tutor, pero no
cualquier tutor o consejero, alguien digno de confianza y de su historia.
Varios autores de libros, blogs a lo largo
del internet, psicólogos, trabajadores sociales y muchas otras personas que se
encuentran en contacto con adolescentes han llegado a la conclusión de elaborar
un Decálogo de trato con
adolescentes, este puede realizarse junto con los jóvenes y redactarlo según
sus necesidades, lo cual resulta una muy buena herramienta de trabajo en las
actividades cotidianas.
A manera de ejemplo expondré algunos puntos a tomar en
cuenta para elaborarlo. Cualquier adolescente pide a “gritos” que se escuche su
punto de vista, así que Escuchar antes
de emitir juicio es una muy buena opción para iniciar este decálogo.
Respetar sus emociones suele ser otro
punto fundamental, por ejemplo el tema de enamoramientos y atracciones en esta
edad resulta muy complicado; cualquier relación se tiene con “el/la indicado/a”
y nosotros como adultos caemos recurrentemente en el error de criticar o
inclusive burlarnos de sus emociones, podemos responder algo como: “¿tú qué
sabes de estar enamorado/a?” o “estas muy joven para saber lo que es el amor” y
así podemos enumerar infinidad de juicios o paradigmas.
Los adultos fuimos
adolescentes alguna vez, también nos enamoramos “del amor de mi vida” así que
se vale escuchar y respetar sus emociones sobre cualquier situación que tengan
la confianza de contarnos, y ganarse la confianza de un adolescente puede ser
muy difícil pero también muy apreciado.
En otra línea de pensamientos para
elaborar este listado, consideremos el hecho que nuestras palabras afectan a
quienes nos rodean y que podemos afectar o edificar, un acuerdo tolteca reza
así: sé impecable con tus palabras,
según la creencia tolteca, nosotros emitimos magia blanca o negra con nuestras
palabras, podemos crear o destruir a quienes nos escuchan y los adolescentes
son muy perceptivos en este sentido, aplauden o sentencian nuestras palabras
así que debemos ser muy cuidadosos con lo que decimos.
Nuestras palabras las
decimos cargadas de emociones, sentimientos o patrones de crianza, por esto
debemos ser capaces de escoger correctamente nuestras palabras y ser lo
suficientemente humildes para aceptar que nos podemos equivocar de la misma
manera, debemos respetar las opiniones
de los demás para entablar un dialogo de dos vías, los adolescentes no son
muy buenos siguiendo ordenes, buscan negociar las ordenes y deben llegar a un
acuerdo mutuo que los convenciese de seguirlas o no, y es por esto que deben
inculcar en ellos el sentido de respetar otras opiniones.
Cualquier adolescente estará de acuerdo
con este siguiente punto, y considero que varios adultos también lo estaremos, No comparar NUNCA con nadie o con ningún hermano/a,
la frase “el hijo de… ya cerró la universidad y tiene tu edad…” o también “la
hija de … siempre obedece a sus padres sin retar” y sus posibles variantes, son
motivos de descontento con la mayoría de adolescentes, y lo que sucede es que
estos comentarios hieren y deterioran el autoestima de quien los recibe; pensaría
que esto también puede ser motivo de descontento para cualquier adulto de la
misma manera, así que ¿por qué hacerlo con algún adolescente?, lo dejo a su
criterio.
No comparar NUNCA con nadie o con ningún hermano/a
Cualquier ser humano responde mejor con la
empatía, escuchamos mejor a una persona que nos dice, comprendo lo que dices y
por qué piensas de la manera que lo haces, pero mi punto de vista es diferente.
Trabajar la empatía construye la bondad
y respeto por los demás, este aspecto funciona de dos formas: el
adolescente se siente escuchado por una parte, y por la otra tiene un
precedente para practicarlo con otras personas, logra repetir estas estrategias
cuando se encuentra en diferentes grupos sociales.
Cultiva la semilla de bondad
en él o ella para que pueda practicarlo y valorarlo. Dentro de la empatía los
padres pueden abordar el tema de la adolescencia propia, comentarle sobre los
temas que se le presentaron durante esta etapa de crecimiento y lo difícil que
esto fue, con esta perspectiva únicamente se debe tener cuidado de no
compararla con la adolescencia en estos tiempos, cada época es diferente y no
se puede comparar con ninguna. Hablarles del futuro, del futuro de cada quien,
de cada ser humano; hacerles ver que las experiencias propias son eso,
experiencias individuales y que las puede tomar como ejemplo pero que deben
tomar sus decisiones.
Para concluir con estas sencillas
sugerencias, consideremos esta última: Dejarle
claro que se le quiere, que es su mayor bendición y la cuidará como nadie,
que espera poderle dejar el mejor legado posible debido a este gran amor, a
pesar que se lo ha dicho muchas veces siempre estará feliz de escucharlo. Que
este amor no es por compromiso “porque eres mi hijo o hija” más bien enlistarle
las cualidades que lo convierten en un ser único e irrepetible, en sus mejores
cualidades como sus mayores dificultades y hacerle ver que todo esto es parte
de un ser humano, que existe y trasciende.
Sería muy gratificante tomar tiempos
para compartir con cada hijo y prepáralo para el mundo que usted como padre
conoce, hacer la salvedad “este fue y es el mundo que me tocó vivir el tuyo puede
ser diferente”, y hacerle saber que estará siempre para cuando lo necesite. Ahora
es su turno de completar este Decálogo
para aclarar las reglas de casa.
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